El agua, memoria viva que circula por debajo de sus calles como venas nos trae la historia de una fundación sangrienta de pueblos que habitaron y resistieron en este territorio que ahora conocemos cómo Estado Argentino. 

Entre matanzas, conquistas y silencios el colonialismo trajo el mal llamado Progreso, fundando ciudades que nos llevaron a separarnos de la identidad del territorio y la forma en cómo nos relacionamos con ella. 

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En la ciudad de Buenos Aires circulan 11 arroyos que se encuentran entubados bajo tierra. El agua tiene vida y movimiento, y tiene el poder de auto-depurarse y renovarse como también al entorno que lo habita, presentando beneficios para el desarrollo de una población. 

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Entonces ¿porque cada vez estamos más lejos de nuestras aguas? 

¿Que es la democracia si no se basa en la visibilidad de que nosotrxs como ciudadanos podamos tomar decisiones que promuevan nuestro bienestar colectivo? ¿Será que nuestros arroyos son un reflejo de nosotrxs mismos? ¿Cómo podemos querer un río que pasa sin ser visto? Si no sabemos de qué color es ni qué olor tiene, ni su estado natural.  Si están contaminados y entubados ¿Es irreversible su condición? 

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¿Cómo podemos cuidar algo que no vemos?